7 noviembre, 2019 - Nacional Monte de Piedad
A finales del siglo XVIII el entonces minero Don Pedro Romero de Terreros ideó dotar el reino -de la entonces Nueva España- de una institución que ayudara a quien más lo necesita y los salvara de recurrir a los agiotistas o usureros.
La idea inicial de este proyecto era instaurar un Monte de Piedad parecido al que existía a principios del siglo XVIII, en Madrid, en dónde te daban dinero a cambio de una prenda. Romero de Terreros pretendía que el establecimiento sirviera también para hacer sufragios de las almas del purgatorio; entonces, su función de piedad y beneficencia quedaría redondeada.
Fue en 1767 que Don Pedro Romero de Terreros expresó ante el virrey marqués de Croix sus intenciones y además, le comunicó su propósito de donar un capital de 300 mil pesos para la fundación. Pero al igual que en estas épocas los procesos burocráticos y en aquel entonces también aristocráticos, eran bastante tardados y pasaban por muchas manos antes de poder tener una decisión final, este hecho retrasaría la apertura del organismo alrededor de media década.
Antes de tener una resolución favorecedora para la creación de un Monte de Piedad novohispano, la corona de aquel tiempo negó dos veces la solicitud de Don Pedro Romero de Terreros, postergando 5 años la apertura del mismo. Los documentos que se enviaron subrayaban la utilidad de establecer en México una institución para socorro de la población más necesitada.
Fue hasta julio de 1773 que Carlos III se dignó a aceptar la oferta, alabando la generosidad del Conde de Regla y después de juntas, asignaciones de puestos, acuerdos y creación de diferentes documentos legales, al fin el 25 de febrero de 1775 el Sacro y Real Monte de Piedad de Ánimas -como fue llamado en un inició- abrió por primera vez sus puertas en el inmueble del antiguo colegio jesuita. Los cinco largos años de trámites y esfuerzos tenían una feliz culminación.
Asimismo, quien inauguró las actividades propias del Monte de Piedad, motivado por sus apuros económicos, fue Francisco Carabantes con el empeño de unos diamantes, y desde entonces al día de hoy han pasado infinidad de historias, artículos y anécdotas invaluables, ya que hemos transformado la vida de los mexicanos con empeño.
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